El siguiente ensayo presenta un análisis de la lucha anticolonial y contra la influencia de ideas de extrema derecha, en los movimientos sociales, en las, todavía, colonias francesas del Caribe.
La inspección, y las ideas de esta región del mundo, quedan muchas veces en el desconocimiento del mundo hispanoparlante, por lo que esperamos que estas traducciones contribuyan a la difusión de pensamiento crítico caribeño. Recomendamos, en la medida de sus posibilidades, consultar la revista “cultural y de ideas” – Zist.
25 de mayo de 2018, Martinica
Kémi Seba se encontró con este tipo de vacío en Martinica. Muchos militantes (en su mayoría mayores) y "jóvenes" (a menudo cuarentones) que le hablan sobre todo de la falta de liderazgo, la crisis social, la alienación... También se encuentra con jóvenes, a menudo ociosos, a veces privilegiados, con una cultura política más bien básica, pero que comprenden claramente que algo va mal en su vida cotidiana. Una vida cotidiana que despierta una legítima cólera y un profundo deseo de cambio.
Eso es todo lo que necesita Kémi Séba para sentir que tiene un lugar qué tomar. Otros serían más modestos. Otros se dirían que, como invitado, absolutamente no se puede volver jefe improvisado en tierra ajena. Esto sentaría un precedente en la historia del panafricanismo, que siempre ha resistido en su interior a los intentos hegemónicos, tanto intelectuales como políticos.
Pero eso no es problema para Kémi Seba: al fin y al cabo, esta pequeña isla es sólo una parte del África que él representa. Tampoco es un problema para los activistas, militantes y nèg mawons locales que juegan en casa pero sólo piden ser dirigidos. Quieren "un líder fuerte", "no hay movimientos sin un líder fuerte", y es "porque no tenemos un líder fuerte por lo que todo va mal en Martinica", como me explicaron algunos de los participantes y sus partidarios. Nótese la masculinidad explícita de este liderazgo.
Kémi Séba sintió que le crecían alas y decidió lanzar una acción poderosa e inspiradora que, sin duda, pondría al descubierto el dominio total de los antiguos colonizadores sobre la sociedad martiniquesa y la sacudirá hasta la médula: Todos juntos, en fila, entrarán en el centro comercial Carrefour de Génipa, en Ducos, propiedad de la gran familia Béké1 Hayot (y más concretamente del Groupe Bernard Hayot), y tomarán sin violencia bolsas de azúcar de un kilo, símbolo de la violencia esclavista y de la dominación colonial.
Kémi conoce al dedillo su [versión de la] historia de las Antillas: aquí, la esclavitud tiene que ver con el azúcar; en Estados Unidos, con el algodón. "No te equivoques...". Según las instrucciones, todos tenían que recoger sobres de "azúcar rojo sangre", un símbolo del sufrimiento de los antepasados. Este acto de rebelión, de cimarronaje definitivo, se llevará a cabo, por supuesto, después de haber advertido a las autoridades.
15 hrs, Génipa. Vestidos de negro, excepto Kémi que va de rojo, la tropa disciplinada y no violenta de un centenar de personas entra en el centro comercial al son de yo armé, nou pa armé ("Ellos están armados, nosotros desarmados"), abriéndose paso a través de las cajas. Hay camisetas y banderas rojas-verde-negras2. Hay pancartas rasta. Suenan caracolas de lambis. Algunos están con el puño en alto. Otros, con el rostro cerrado, serios y llenos de dignidad. Muchos llevan sus smartphones como antorchas y lo filman todo. La revolución se transmitirá en directo por las redes sociales. Y cada uno toma su bolsa de azúcar por turno.
La tropa partió de nuevo, encabezada por Kémi, con su rico botín de guerra en alto entre banderas, estandartes y caracolas de lambis, los puños cerrados con dignidad, las cámaras de los smartphones y las gafas de sol siempre puestas. Tomamos azúcar del Béké. En el centro comercial Béké. El azúcar se libera. El negro se libera. En 30 minutos todo había terminado. Si llegabas a las 15:45, te lo habías perdido todo.
Excepto que había un problema. El azúcar que fue robado no pertenece a los Béké. Y no lo ha sido durante algún tiempo.
La refinería Usine du Galion, de donde procede el "azúcar-rojo-símbolo-de-la-esclavitud", fue construída en la década de 1860, doce años después de la abolición, por un belga llamado Eugène Eustache que, junto con su heredero, Émile Bougenot, nacido en la Côte d'Or, se convirtió en el mayor industrial del norte de Martinica. Los békés estaban ciertamente presentes, pero en este caso como administradores de propietarios y fondos metropolitanos3. Parece que, incluso en su propio país, no siempre fueron los amos... a veces sólo la fachada local de un capitalismo ya globalizado. Tal vez sea ésta una línea de investigación para quien desee escribir una Historia del capitalismo (¿con signo de exclamación?) en las Antillas4.
Pero ese no es ni siquiera mi punto principal: en 1984, el año en que nací, la Usine le Galion fue comprada por las autoridades locales, que crearon una Société Anonyme d'Économie Mixte -una sociedad público-privada- con el nombre de SAEM Production Sucrière et Rhumière de la Martinique. El azúcar pertenece a los negros5 desde hace casi cuarenta años. El azúcar en las Antillas francesas no es sólo una historia de explotación y despojo, es también una historia de reapropiación y conquista.
Incluso es muy probable que para una generación de responsables, los que hicieron la compra en 1984, y que habían conocido la todopoderosa fábrica toda su vida, y probablemente la de sus padres, comprarla, decir "es nuestra", fuera un logro extraordinario. Es una nacionalización, una colectivización de los bienes de producción en términos marxistas6.
Recapitulando. Los militantes panafricanos e independentistas de Martinica, que dicen ser la vanguardia, los que saben lo que hacen frente a un pueblo alienado, los "negros morenos que no escuchan a los negros domésticos", fueron a un centro comercial a recoger quizás uno de los únicos productos fabricados íntegramente en Martinica, cuyos beneficios revierten en los bolsillos de los martiniqueses, de todos los martiniqueses. En un centro comercial hay innumerables productos que simbolizan la dependencia de Martinica de las importaciones. Muchos de ellos son símbolos del capitalismo salvaje, de la globalización salvaje, de la amarga explotación de los pueblos, de la continuidad de la esclavitud en nuestros tiempos. Como la Nutella. O los smartphones. De todos ellos, este grupo determinado ha elegido el objeto que le pertenece, el objeto que queda de un remedo de industria, el símbolo de una larga conquista de cuatro siglos.
Y este borrado de la historia concreta, tangible, muy real, de un pueblo que trabaja por su emancipación está siendo dirigido por alguien que, no hace tanto, lo llamó subhumano.
Creo que es hora de hablar de Kémi Séba.
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El Azúcar es una serie.
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Kemi Seba International Ltd: en francés en ZIST | en español en el Ahuehuete.
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Nota de la Traducción: Nombre que se le da en las Antillas a los criollos blancos, descendientes de los primeros colonos.
Nota del Autor: Christian Schnakenbourg, Note sur l’histoire de l’usine du Galion (Martinique): 1865-1939.
NA: No niego en absoluto las estructuras de dominación que existían en las Antillas. Sólo estoy señalando que la historia de las Antillas es también la del camino particular de su derrocamiento y desenmarañamiento. Eso es también lo que dicen esos militantes la otra mitad del tiempo, cuando no están diciendo que todo está controlado por los békés. Pero volveré sobre ello.
NA: Y también a los hindúes, sirios, chinos, blancos y todos los mestizos y mestizas, alguna que otra mezcla en el medio. Los Martiniqueños en resumen.
NA: Que esta inversión tuviera éxito o no es otra cuestión.