El siguiente ensayo presenta un análisis de la lucha anticolonial y contra la influencia de ideas de extrema derecha, en los movimientos sociales, en las, todavía, colonias francesas del Caribe.
La inspección, y las ideas de esta región del mundo, quedan muchas veces en el desconocimiento del mundo hispanoparlante, por lo que esperamos que estas traducciones contribuyan a la difusión de pensamiento crítico caribeño. Recomendamos, en la medida de sus posibilidades, consultar la revista “cultural y de ideas” – Zist.
Las Islas de Azúcar en el siglo XXI
Hay que reconocer que el contexto es propicio a los profetas, incluso a los que lo son de manera aproximada. Las “islas de azúcar” antillanas, para retomar el término del economista Jean Crusol, son islas en problemas. En Martinica, el desempleo persiste en alrededor del 18% de la población activa, con una cifra astronómica de 41% entre los jóvenes de 15 a 29 años. ¡En Guadalupe las cifras son de 22% y de 47% respectivamente!
Cada año, desde 2010, Martinica pierde cerca de 1% (alrededor de 3000 personas por año) de su población. Fenómeno que se acelera en la década de 2010. Un movimiento similar ocurre en Guadalupe, donde la población activa retrocede también. Por primera vez en su historia, la población de las islas disminuye. O mejor dicho, después del siglo XVII… Incluso en la época del BUMIDOM (Bureau pour le développement des migrations u Oficina para el desarrollo de las migraciones), las Antillas conocieron un crecimiento demográfico positivo.
Es también un contexto económico en donde las grandes huelgas de 2009 (LKP en Guadalupe, K5F en Martinica) afectaron permanentemente sus tejidos económicos aunque sin producir los beneficios políticos y sociales prometidos. En particular, en lo que se refiere al alto costo de la vida y del empleo, que fueron las demandas principales de la población. Tanto en Martinica como en Guadalupe, mientras la composición étnica y social del tejido económico se diversificó, e incluso presentó algunas success stories, ésta vio la década de 2010 el resurgir del dominio de su componente béké sobre ciertos sectores claves, [especialmente] aquellos que proporcionan la mayor cantidad de empleos fuera de la administración pública: el comercio, el turismo, el sector hospitalario. Y con esta composición, hermosos embrujos y viejos discursos.
¿Acaso debo hablar de la catástrofe ecológica y humana debido a la clordecona?
En fin, un contexto de agotamiento político. Y voy a concentrarme sobre Martinica: porque las dos islas tienen tradiciones políticas –que son estrategias de descolonización– diferentes. Desde hace aproximadamente 40 años, el poder político en Martinica ha sido esencialmente dominado por la “izquierda” del tablero de ajedrez martiniqués. Precisemos: el eje político es, esencialmente, si uno está por la asimilación total y completa con Francia, es decir, la derecha, o por la independencia de la isla, en este caso, la izquierda. Con muchas variaciones en medio. Casi nadie es abiertamente liberal –mejor dicho, ¡“capitalista”!, signo de exclamación incluído–, lo que es más bien divertido cuando se observan ciertas prácticas.
Esencialmente entonces, dos partidos en el poder: el partido Progresista Martiniqués (PPM), bebé de Aimé Césaire, emanado de la separación del Partido Comunista Francés a mediados de la década de 1950, que tiene su base esencialmente en la capital Fort-de-France y la zona conurbada del centro. El Movimiento Independentista Martiniqués (MIM), es el fruto de la fusión de diferentes movimientos políticos independentistas surgidos en Martinica a mitad de los años 70, y que tiene también su líder, su hombre fuerte, en la persona de Alfred Marie-Jeanne. Él es parte, sobre todo, de los medios rurales y de las pequeñas ciudades del sur de la isla. Entre 1983 y 2018, el PPM estuvo en el poder, por 13 años, el MIM, 14.
Al momento de la visita de Kémi Séba, el independentista Alfred Marie-Jeanne es presidente de la Colectividad Territorial de Martinica. Ésta reemplazó al Consejo General y Regional que en las Antillas francesas se ubicaba en el mismo territorio. Fue el fin de una redundancia y el resultado victorioso de cuarenta años de esfuerzos de la izquierda martiniquesa por una mayor autonomía local (si no independencia) dentro de la República Francesa. Después de dos reformas constitucionales es un hecho.
Sin embargo, en 2018, está claro que aunque Marie-Jeanne sea presidente, el movimiento independentista martiniqués ya no existe. Asimismo, aunque Aimé Césaire lleva menos de una década muerto, la base política de su heredero, Serge Letchimy, es igual de sólida. ¿No acaba de convertirse en presidente de la región?
Nos encontramos así con una paradoja: la franja "descolonizadora" de los partidos políticos martiniqueses ha mantenido el poder durante la mayor parte de la historia reciente. Es una historia de victorias políticas, sociales y económicas, que es real y a menudo subestimada e ignorada en el inconsciente colectivo, o al menos en el discurso. Y en 2018 es, a pesar de sus divisiones, la principal fuerza política del territorio, que alterna entre dos de sus alas. Pero este balance político se enfrenta a una realidad cruda: las Antillas sólo se han desarrollado para vaciarse más. Lo mismo ocurre con las visiones políticas y las propuestas colectivas.
Y la naturaleza aborrece el vacío.
El Azúcar es una serie.
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