Cartas desde Ucrania I
Cartas desde Ucrania: Primera Parte, por «andrew» en una serie de tres documentos epistolares desde el corazón del Estado invadido que hemos traducido, basándonos en la versión en inglés de Endnotes.
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La siguiente entrevista fue realizada por Tous Dehors el 18 de marzo del 2022. Es el inicio de una serie de tres partes que hemos traducido basándonos en la versión al inglés publicada en Endnotes.
Traducido por taller ahuehuete en solidaridad con el compa andrew y el pueblo en resistencia.
Cartas desde Ucrania I
¿Podemos empezar con un resumen de tu historia antes de la guerra?
andrew: Soy originario de Kharkiv, en el este de Ucrania, a pocos kilómetros de la frontera, pero he pasado los últimos años estudiando en Lviv. Toda mi familia y mis parientes son también de ahí, y antes de mudarme a Lviv hablaba ruso a diario, porque la población de Kharkiv es casi, en su mayoría, de habla rusa. Pero, como estamos viendo ahora, se trata de una situación que no necesariamente se traduce en posturas pro-rusas. Estudio informática. En parte porque es la única forma de ganar un sueldo por encima de la tasa de miseria en el país; y porque quizás en algún momento esto me permitiría emigrar1; y en parte porque me gusta la programación de bajo nivel y la tecnología en general. Encuentro intrigante la forma en que la modernidad capitalista determina el desarrollo de la tecnología, al tiempo que permite usos más liberadores para la población.
Aparte de esto, me interesa el comunismo, y dado que intentar discernir nuestros horizontes comunistas requiere comprender al capital, y la historia en general, me interesan las formas en que un mercado mundial emergente, una "segunda condición de siervo" y la expansión imperialista han dado forma a la tierra en la que crecí.
Intento comprender las formas en que nos hemos ido constituyendo aquí, desde la historia de la lenta y desigual modernización capitalista del eje San Petersburgo-Iuzovka-Odessa, hasta la modernización soviética, aprendiendo de los movimientos de liberación que lucharon contra la dominación del terrateniente, el capitalista y el burócrata.
¿Cuál fue tu reacción durante los primeros días de la invasión? ¿Te sorprendió o esperabas una operación militar rusa de esta magnitud?
Aunque me preparé (empaqué lo más básico, y mis documentos, y me aseguré de que mi familia en Kharkiv tuviera planes de evacuación), no pensé que fuera a suceder una invasión a gran escala. Supuse que Rusia iba a emprender una campaña de desinformación masiva como hizo en 2014 con motivo de las invasiones en Crimea y Donbass. Sin embargo, como finalmente se demostró, el hermetismo de los planes de invasión hizo que estos "indicadores de propaganda" no fueran fiables, y los medios de comunicación rusos tuvieron que confiar en cambio en las campañas de desinformación a largo plazo que comenzaron en 2014. Al revisar diariamente los medios de comunicación estatales rusos y no ver ningún aumento significativo en las provocaciones, pensé que las tropas estacionadas cerca de la frontera podrían utilizarse como palanca para que Ucrania y la OTAN negociaran condiciones más aceptables para Rusia. En general, hubo algunas personas que reaccionaron de forma exagerada ante cada foto satelital nueva que salía de las bases militares rusas, pero la mayoría se acostumbró al hecho de que Rusia ha estado emprendiendo una guerra en el este, y siempre ha aspirado a mucho más.
Pero, fundamentalmente, creo que nadie podía estar preparada para lo que iba a ocurrir. Incluso si se señalaba que la invasión rusa llevaba ya ocho años, incluso si se veía cómo la vida cotidiana era regida por la acumulación de ensangrentadas mercancías; y si se hablaba de las ambiciones imperiales, como una guerra civil en curso, nada podía prepararte para esa madrugada en la que las sirenas provenientes del ataque aéreo irrumpieron por fin en la niebla del sueño colectivo, del estupor general.
Primero, las palabras penetraron mi mente semiconsciente, y explotaron en mi interior, ya que aún no estaba seguro de la magnitud de las cosas. "Todos los aeropuertos militares han sido destruidos", oí y recordé todos los mapas con puntos rojos que rodeaban la frontera, "los tanques están en las ciudades" seguía resonando en mi cabeza mientras recogía rápidamente mis cosas. Mi cuerpo se negaba a cooperar, cada uno de los sonidos se intensificaba diez veces, y no podía sentarme ni un segundo, desplazándome por las noticias y enviando mensajes de texto a mis amigues mientras caminaba de un lado a otro por el apartamento. Éste fue el estado en el que pasé los siguientes días, pero finalmente el avance ruso se redujo, y mucha gente se tranquilizó con él.
Mi familia tuvo la suerte de salir de Kharkiv con el alba, después de las primeras sirenas, y una vez que mis compas cruzaron la frontera polaca, me reuní con mi familia; y ahorita seguimos en el oeste de Ucrania, en condiciones de relativa calma, junto con algunas familiares que pudieron ser evacuadas de Kharkiv unos días después. Como soy elegible para el servicio militar, quedarme en Ucrania es la única opción para mí. Todavía no estamos seguras del futuro, depende de cuánto dure esta guerra y de si tendremos un hogar al que regresar.
Se podría decir que una guerra marca una ruptura en el curso habitual, en la rutina, y con ella surge la condición de la excepción. Para ti, ¿hasta qué punto la situación actual está cambiando a la sociedad ucraniana? ¿Se mantienen e intensifican las antiguas divisiones políticas y sociales?
¿Han crecido, siguen sosteniéndose las antiguas divisiones políticas y sociales? ¿O, por el contrario, estamos presenciando una rápida reestructuración en torno a nuevas líneas de división política?
Hasta las que no han aprendido la lección de que el estado de emergencia no es una excepción sino la norma ven una clarísima intensificación de las líneas de división existentes. No es casualidad que la gente que ha permanecido en las ciudades ocupadas y vigiladas sea desproporcionadamente pobre, y a menudo de edad avanzada, aunque hay esfuerzos significativos para pintar a las trabajadoras de los servicios públicos que apagan los incendios, que limpian las calles —todo ello bajo un bombardeo incesante— como héroes de la patria. En otros lugares, la gente duerme en los campos debido a las enormes colas en las fronteras y algunas son rechazadas al intentar ingresar porque tienen la desgracia de venir de África o de Medio Oriente. Muchas han decidido abandonar su trabajo, así que mientras el gobierno intenta motivar a la gente de las regiones "pacíficas" para que vuelvan a la normalidad, las estructuras y aparatos antes "necesarios" y "lógicos" se han vuelto cada vez más perjudiciales.
Es difícil negar que la situación actual beneficia sin lugar a dudas a las fuerzas reaccionarias: los grupos nacionalistas militarizados están recibiendo más apoyo y se hacen cada vez más "mainstream", y los liberales progresistas se olvidaron de sus "luchas" y lanzaron todo el apoyo detrás del aparato estatal. Pero también estoy viendo muchas oportunidades para la radicalización, ya que el ejército y la policía, al reclutar gente y no permitir que los hombres salgan del país, al detener y matar a quien saquea, con todo esto exponen su interés fundamental: la protección de la propia ley, no nuestra supervivencia. Una vez que entiendes que el sistema en el que vivimos es la causa de este horror, que se alimenta de esta violencia, una vez que lo sientes con tu propia piel, es realmente difícil escuchar a la gente que pinta el sufrimiento ucraniano como algo permanente y que sugiere políticas que van a la mitad, que buscar reformar al sistema, pero manteniéndolo.
El Estado ucraniano y los medios de comunicación pintan la invasión como un hecho "natural", mítico. El Ministro de Sanidad pasó de informar sobre el número de personas infectadas y muertas por el covid-19, a informar sobre el número de niñas asesinadas. La guerra y la pandemia se divorcian así de la normalidad, sus causas y consecuencias se alejan de la constitución del propio Estado y del mundo en general: son cataclismos incontrolables. El asesinato masivo de la población civil ucraniana se describe no como un acontecimiento político, sino se describe cómo si se originara de una población inhumana, genética y contagiosa de "orcos" rusos. El Estado ucraniano sólo trata de prolongar su existencia, y nos indica que es una traición el negarnos a arrojar nuestro cuerpo para proteger al estado-nación.
Lo que caracteriza aún más la situación actual, tras una intencionada errónea atribución de las causas ("la guerra no puede ser parte de la norma, el fascismo no es una constante dentro de la democracia liberal, es una anomalía…") es la falta total de soluciones entre nacionalistas y liberales.
La convocatoria política para las reparaciones (que a su vez no es más que el disfrazar el llamado para un genocidio de los “rusos culpables”), el convocar el asesinato de Putin, todo esto demuestra que se espera que la disposición imperial del mundo sea eterna, y sólo podemos esperar ligeras redistribuciones. La ayuda financiera a Ucrania es importante, pero las expectativas de que Ucrania experimente una reactivación económica debido al "alto patriotismo" y la "unidad nacional" tras la guerra carecen de fundamento. Todo esto no son soluciones, ya que esta guerra está inextricablemente ligada al capital y no es sólo un error en su funcionamiento normal. Y aunque un acuerdo anti-bélico, o la muerte de Putin podrían detener esta guerra aquí y ahora, esto no impedirá que Rusia siga vigilando la región post-soviética en el futuro.
Sólo un movimiento de masas de ambos lados de la línea del frente, y en los propios ejércitos, originado por una chispa que tal vez no podamos esperar surja ahorita, podrá poner fin al mundo que ha traído la guerra por fin tan próxima al núcleo imperial por primera vez en años. Rechazo las categorías de inocencia y culpabilidad que sirven para justificar la xenofobia y el genocidio. En su lugar, debemos tratar de ampliar las islas de resistencia civil y construir comunidades universalistas.
El imperialismo no puede separarse del nacionalismo económico que lo impulsa, y el manejo sobre las poblaciones, que arrincona a millones de personas hacia la muerte a raíz del covid, la guerra o el cambio climático es en realidad el modo de gobernanza bajo el que vivimos. Y sólo puede ser superado en una revolución que construya un mundo radicalmente nuevo.
Mi pregunta puede parecerte ingenua, pero ¿qué queda del movimiento Euromaidán de 2013? ¿La movilización desde-abajo de un porcentaje creciente de la población lo ha reactivado de alguna manera? La guerra de anexión entre Rusia y Ucrania está incrustada en acontecimientos anteriores. Con la Revolución Naranja en 2004, y luego con Maïdan en 2014, Ucrania ha sido testigo de dos movimientos consecuentes que llevaron a la caída del régimen pro-ruso. ¿Podríamos desenpolvar rápidamente la historia de los movimientos sociales ucranianos de las dos últimas décadas y, en particular, las formas en que el régimen de Putin se opuso firmemente a ellos?
No creo que el movimiento Euromaidán deba ser el punto de partida para analizar la situación actual. Las protestas de 2004 siguen reducidas al papel de "movimiento progresista contra la corrupción". Lo que hoy se llama la Revolución Naranja también movilizó nociones y clichés nacionalistas en un intento por definir una identidad ucraniana distinta. Además, arraigó profundamente la idea de que la corrupción es la causa del estancamiento ucraniano, en lugar de ser simplemente uno de los síntomas de la baja capacidad de lucro y acumulación en un Estado post-socialista. Creo que cualquier movimiento de izquierda que considere la corrupción como el principal objetivo de su lucha está librando una batalla ya perdida en el terreno del enemigo.
Después de una Revolución Naranja relativamente pacífica, que siempre se dirigió únicamente a reconocer los resultados electorales, los acontecimientos del invierno de 2013-14 han demostrado que puede haber un movimiento de masas capaz de luchar contra la policía en la región post-URSS.
El propio Euromaidán no se puede clasificar fácilmente. Las causas de la lucha dentro de la protesta eran múltiples y el propio carácter conflictivo del movimiento se intensificó al compás de la cada vez más violenta represión policial en las manifestaciones. Los manifestantes no eran todos militantes de derecha, pero no se puede negar que muchos de ellos acabaron coincidiendo ideológicamente con grupos nazis relativamente pequeños y que se vieron atraídos por sus tácticas en la calle, así como tentadas por su discurso.
Después de Maidan, la retórica derechista siguió avanzando hacia el mainstream político, mientras que muchos liberales encontraron apropiado el adaptar con orgullo las afirmaciones de Putin referentes a una Ucrania fervientemente "fanática de Bandera2". Debo admitir que mi postura es relativamente pesimista en cuanto a las perspectivas de que surjan estructuras de solidaridad después del levantamiento.
La historia posterior al Maidán es un gran ejemplo de la forma en que las milicias de derecha han podido consolidar su poder en las calles, estableciendo fuertes conexiones con el ejército, la policía y el Estado, e incluso a través de su presencia dentro de estos aparatos, mientras que los diversos grupos anarquistas han desaparecido lentamente, o incluso se han vuelto patrióticos.
El Maidan y la posterior invasión rusa en el Donbass llevaron a la aparición de una gigantesca red de voluntarias. Ahí, como ahora, las iniciativas políticas dirigidas al fortalecimiento del ejército se consideran extremadamente populares. Estas redes, a menudo apolíticas, han acabado equipando a batallones de derechas, que han creado sus propios centros de entrenamiento. También reclutan activamente a jóvenes, demasiado dispuestos a golpear a gente LGBTQ en las calles.
Lo que no se ve en ninguna de las coberturas bélicas actuales, que siempre elogian la actuación militar ucraniana, y lo que la gente generalmente no entiende, es que el entrenamiento, el mantenimiento y el armamento del ejército ucraniano, junto con las exigencias crediticias del FMI, son la causa estructural del desmantelamiento de hospitales, escuelas y universidades, así como de las míseras pensiones y la falta de aumentos salariales en el sector público. La austeridad es el futuro que le espera a Ucrania si alguna vez es aceptada en la UE.
Después de Maidan, la acción política radical se ha limitado a la participación en una de las milicias adyacentes al ejército, o en la lucha por obtener ciertos derechos. Sin abandonar las posiciones radicales más básicas – de ayudar a los refugiados, así como a disidentes ucranianas y rusas, las personas radicales de hoy deben trabajar para romper la imagen de una "guerra patriótica" que el Estado ha construido. Con esta guerra y sus secuelas, veremos una gran represión a ambos lados de la frontera, y son en última instancia las personas en busca de refugio, que día a día ven cómo sus ahorros se evaporan y acumulan deudas cada vez mayores, son estas personas las que verán lo peor de esta guerra.
El intento de aferrarse a los vestigios de la ley y el capital, incluso cuando los tanques entran por las calles sólo expone el hecho de que la reproducción humana sigue siendo un subproducto de la reproducción del capital.
Gracias por leer Cartas desde Ucrania: Primera Parte, por andrew, una serie de tres documentos epistolares que hemos traducido, basándonos en la versión en inglés publicada en Endnotes.
escapar.
Bandera fue un líder nacionalista y colaborador nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Esta desafortunada "reivindicación" de las afirmaciones de Putin puede evidenciarse, por ejemplo, en el surgimiento de organizaciones nacionalistas queer que se autodenominan abiertamente banderistas queer.