No seamos el muro
«El filósofo produce ideas, el poeta poemas, el cura sermones, el profesor compendios. El delincuente produce delitos.»
No seamos el muro
Por Heriberto Paredes y Lluvia Benjamin
(English version here)
“En los Estados antiguos, en Grecia y en Roma, la emigración obligatoria, asumiendo la forma del establecimiento periódico de colonias, formaba un vínculo regular en la estructura de la sociedad.
Todo el sistema de esos estados se basaba en establecer límites sobre el número de la población.
Pero, ¿por qué fue así? [...]
Para seguir siendo civilizados se vieron obligados a seguir siendo pocos. De lo contrario, habrían tenido que someterse al trabajo corporal que transformaba al ciudadano libre en esclavo.
La falta de poder productivo hizo que la ciudadanía dependiera de una cierta proporción en número para no ser perturbada. La emigración forzada era el único remedio.
Pero en el caso de la emigración obligatoria moderna, la situación es totalmente opuesta. Aquí no es la falta de poder productivo lo que crea un excedente de población; es el aumento del poder productivo lo que exige una disminución de la población, y expulsa el excedente mediante el hambre o la emigración.
No es la población la que pone presión sobre la potencia productiva; es la potencia productiva la que presiona a la población.”
“Emigración forzada”, Karl Marx en el New York Tribune (1853)
El Profeta
En marzo de 2001, el periodista Julio Scherer1, entonces director del semanario Proceso, entrevistó al finado Subcomandante Insurgente Marcos. Era la víspera de la llegada de la delegación zapatista al Zócalo de la Ciudad de México, y así, sentados los dos de frente, hablando de la situación del país, tocaron un punto fundamental del cual ya no se habla tanto, el Plan Puebla Panamá.
Cocinado al final del régimen priísta, e impulsado fervientemente por Vicente Fox, este plan pretendía generar zonas de desarrollo económico que, en lo concreto, redefinirían las fronteras políticas, sociales y económicas tal como las conocíamos entonces. Marcos afirmó que
«Cuando manifestamos que el nuevo siglo y el nuevo milenio son el milenio y el siglo de las diferencias, marcamos una ruptura fundamental respecto de lo que fue el siglo XX: la gran lucha de las hegemonías. La última que recordamos, entre el campo socialista y el capitalista, ocasionó dos guerras mundiales. Si esto no se reconoce, el mundo terminará siendo un archipiélago en guerra continua hacia afuera y hacia adentro de los territorios. Así no será posible vivir.
No obstante, el mercado sí puede acostumbrarse a esa realidad; es posible que opere en un escenario de desestabilización o de guerra civil y cotice en la bolsa de valores.
A la gente no le dicen esto y, por el contrario, le ofrecen un mundo idílico donde supuestamente no hay fronteras, para comprar o vender… Pero las fronteras no sólo permanecerán, sino que se van a multiplicar, como ocurrirá con el proyecto Puebla-Panamá, que será un gran crimen: Estados Unidos correrá la frontera hasta aquí, hasta Milpa Alta, donde estamos ahorita. El resto del país, para abajo, será Centroamérica, y OK, que tengan sus guerrillas, sus gobiernos dictatoriales, sus caciques, como Yucatán y Tabasco —Chiapas, afortunadamente, ha quedado en un break en ese sentido—, que siguen la lógica de las repúblicas bananeras. En el resto del territorio mexicano, de aquí hacia el norte, empieza a operarse un brutal proceso de eliminación de grandes sectores sociales. Además, todos los indígenas que queden en este lado tendrán que desaparecer porque no los aceptará este modelo neoliberal, pues no pagan. Nadie va a invertir en ellos.»
El Sur
Poco antes de las recientes elecciones generales de Honduras, David Jiménez González, abogado de profesión y actual embajador de México en aquel país, aseguró frente a una misión de observación internacional que la nación a la que representa,
«siempre trata bien a quien llega a su territorio, porque nuestro país tiene una amplia tradición de asilo y refugio, por eso no existe el racismo ni las agresiones en contra de las personas de origen centroamericano que llegan masivamente, se les atiende y se les protege».
El funcionario mexicano sabe perfectamente que lo que ocurre actualmente en territorio es otra cosa: recientemente fuimos testigos de la muerte de 55 personas de origen guatemalteco a causa de un accidente automovilístico, mientras eran transportados como mercancía, ocultos en la caja de un tráiler, no bajo las buenas condiciones a las que hace mención Jiménez González. Este fue tan sólo el primer episodio, los demás no volvieron a ocupar los titulares de medios de comunicación.
Días después, fuimos testigos de cómo decenas de miles de personas logran avanzar por territorio mexicano, y se adentran ya en el centro del país. Mientras, cientos de familias en pueblos y ciudades se organizan para darles la bienvenida en distintos puntos, para transmitir al menos un mensaje claro: las y los migrantes son hermanas y hermanos nuestros, son bienvenides.
En cambio, desde los distintos niveles de gobierno, con la Guardia Nacional de un lado y los agentes migratorios del otro, envían un mensaje claro no sólo para las diásporas centroamericanas sino también para México completo: seremos un muro firme, comprometido con intereses económicos y políticos que benefician empresas, capitales transnacionales, gobiernos como el de Estados Unidos, quien desde hace al menos 70 años tiene claro que la región compuesta por México, Guatemala, Honduras y El Salvador es estratégica.
Por eso el embajador de México en Honduras, con mucha amabilidad y calma en su voz, reproduce el estereotipo priísta de la política exterior mexicana y habla de fraternidad y tradiciones de asilo, de buenas condiciones para las personas centroamericanas. Miente y sabe que lo hace, porque si las graves violaciones a derechos humanos que comete el gobierno mexicano contra las personas migrantes están presentes en todos los medios de comunicación, es imposible que no esté al tanto.
El Crimen
Antes de la exposición de las terribles imágenes protagonizadas por la Guardia Nacional y el Instituto Nacional de Migración -realizando el trabajo sucio que Estados Unidos ha subcontratado al sur- sabíamos que el muro era nuestra incapacidad de reconocer que nuestras condiciones económicas no comparten las características de nuestros vecinos del norte.
Podríamos decir que somos un Estado-nación centroamericano bajo el paradigma actual. Nuestra economía comparte el adjetivo de "en desarrollo", como no deja de reconocer el Banco Mundial, como nos categoriza el Fondo Monetario Internacional, saltándose las raíces históricas de esta brecha acumulativa.
Notamos, en consecuencia, que el muro es llegar a Estados Unidos (en caso de conseguirlo) y volvernos invisibles. O peor: en una presa. Perseguida, hostigada, un permanente punto de mira. Hemos podido constatar que el muro se refuerza con el tráfico de armas que cae en manos de los cárteles, así como con la expulsión de lo que se considera basura humana: miles de personas que esperan la oportunidad de reunirse con sus familias, o de escapar de la violencia, el hambre y el desempleo. Este sistema no sólo reproduce constantemente a la trabajadora asalariada en su condición de asalariada, sino que produce siempre, en proporción a la acumulación de capital, un excedente relativo de población asalariada para mantener a todas las personas bajo presión.
Sabíamos y sabemos que el muro es la deportación, pero también es la facilidad con que el gobierno mexicano militariza la frontera sur, sin dejar de afirmar que no reprime y no violenta a nadie. Sabemos que el muro somos nosotras, mientras volteamos a otro lado, y dejamos que se criminalice a las personas migrantes.
Pero, ¿qué determina la criminalidad? ¿Qué atribuye la característica a un acto? ¿Qué parámetros se aplican para esta distinción, que pretende juzgar a toda entidad por igual?
«El filósofo produce ideas, el poeta poemas, el cura sermones, el profesor compendios.
El delincuente produce delitos.
El delincuente no produce solamente delitos: produce, además, el derecho penal y, con ello, al mismo tiempo, al profesor encargado de sustentar cursos sobre esta materia y, además, el inevitable compendio en que este mismo profesor lanza al mercado sus lecciones como una “mercancía”»
Para la pequeña burguesía, los matices entre el crimen y el castigo son inseparables de la ética liberal, del utilitarismo, y de la noción que envuelve a los dilemas morales.
Las acciones heroicas –y, por consecuencia, también las amorales– son posibles de evaluar retirando la complejidad sistémica de los aparatos sociales que ejercen una asfixiante subordinación sobre nuestra voluntad, sobre nuestras decisiones diarias y sobre nuestra brújula de prioridades.
Jean Valjean, el trágico protagonista de Los Misérables de Victor Hugo, desde la perspectiva del pensamiento liberal, cometió un crimen al robar el pan para alimentar a los siete hijos de su hermana viuda en un momento de desesperación. Ante esta transgresión, la sociedad apunta con su dedo índice, siempre acusador, hacia la “ley natural” y “siempre presente” del derecho penal, aludiendo a su hija, la legislación clasificadora de delitos.
Jean Valjean no debió haber robado el pan, nos resalta con sobriedad el coro defensor de la doctrina jurídica. ¡Jueces, pelucas, y un martillo determinan este evidente altruismo con el aura de autoridad irrevocable que estos símbolos representan!
Pero poco se dice del sistema que permitió el hambre sufrida por los infantes, que motivó a Jean Valjean a tomar el alimento a pesar de carecer del modo de intercambio socialmente aceptable. La evaluación de esta fechoría, del crimen, siempre intenta examinar al individuo, y nunca a la sociedad que le gestó, ni al modo de producción que permitió hambruna para unas, y opulencia para otras pocas.
Marx determinó que la existencia del concepto de delincuente produce, asimismo,
«a toda la policía y la administración de justicia penal: esbirros, jueces, verdugos, jurados, etc., y, a su vez, todas estas diferentes ramas de industria que representan otras tantas categorías de la división social del trabajo.»
¿Existiría el oficio del cerrajero sin la presencia de la propiedad privada, que restringe el acceso a nuestras necesidades? Una vez «y abandonado al campo del delito privado, ¿acaso, sin los delitos nacionales, habría llegado a crearse nunca el mercado mundial? Más aún, ¿existirían siquiera naciones?»
El déjà vu
La historia tiende a repetirse, si primero en forma de tragedia, luego en forma de farsa. No es de extrañar, entonces, que las condiciones actuales y los años catastróficos ligados a la era del Tratado de Libre Comercio de América del Norte broten en el horizonte como un déjà vu.
No nos sorprende. Ese déjà vu surge de la contradicción en movimiento: el capital presiona para reducir la jornada laboral al mínimo, mientras que coloca dicha jornada, del otro lado, como única medida y fuente de riqueza.
Se ha escrito mucho sobre la especificidad historiográfica, del período que dio origen a este tratado. Sin embargo, vemos que "el neoliberalismo se resiste a la especificación, porque el neoliberalismo carece en sí mismo de especificidad. De hecho, no es un objeto de estudio coherente. Sin duda, la época tiene sus ideólogos, pero el neoliberalismo no es una ideología, un plan o un conjunto de políticas, excepto en el sentido de que la suma de cosas que se hicieron es un conjunto de políticas2".
La ley general de la acumulación capitalista sugiere que, con el tiempo, cada vez más trabajadoras y el mismo capital se darán cuenta de que simplemente no pueden reinsertarse en el proceso de reproducción. La acumulación de capital está inseparablemente ligada a la multiplicación del proletariado.
Dicho esto, volvemos al déjà vu. Ante la imagen inicial, de Andrés Manuel López Obrador, el primer ministro canadiense -y ferviente admirador del blackface- Justin Trudeau, y Joe Biden, comparamos la fotografía del entonces presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, George H. W. Bush y el primer ministro canadiense Brian Mulroney en octubre de 1992 – y notamos que resuena como un eco ominoso, que anticipa un recorrido conocido. ¿Qué ocurrió en 1992 cuando las tres naciones se reunieron para firmar el tratado?
Los triviales clichés en torno al progreso y el comercio libre resultan insuficientes para acallar el dolor presenciado por la historia: las desafortunadas consecuencias atribuidas al pacto trilateral. Entendemos, en cambio, que el tratado es sólo una apariencia: un componente exterior, una cáscara que disfraza la dinámica interna del capital.
Canadá, Estados Unidos y México: Este cuento ya me lo sé
En lugar del prometido boleto que México anhelaba para incorporarse por fin al "Primer Mundo", como había prometido el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, el TLCAN autorizó a las empresas transnacionales la realización de saqueos lícitos. El régimen económico de explotación del libre comercio, disfrazado por este acuerdo ceremonial, siempre apuntó a consolidar la prosperidad, es decir, la prosperidad de la burguesía.
La ley, después de todo, "impulsa al trabajador hacia el capital con más firmeza que las garras de Vulcano lo hicieron con Prometeo contra la roca. La ley establece una acumulación de miseria correspondiente a la concentración de capital. Por consiguiente, la acumulación de riqueza situada por un lado es, al mismo tiempo, la acumulación de miseria."
Un caso que ilustra esta estrategia fraudulenta y explotadora es el de la marca de jeans Guess? A principios de los años 90, la familia Marciano se benefició con la producción de esta mercancía. Sin embargo, ante la presión competitiva de Calvin Klein, empezaron a buscar fabricantes cada vez más baratos. El precio se vio obligado a bajar de 70 a 48 dólares.
Cuando el gobierno intervino con una estrategia para que las empresas obedecieran la ley laboral en su estipulación mínima, GUESS? aceptó, agregándose a la lista de "negocios buenos" publicada por el Departamento de Trabajo de Estados Unidos (OASAM, por sus siglas en inglés).
En 1996, el sindicato empezó a organizar a las trabajadoras fijas de GUESS en su almacén. Presionado por el sindicato, el Departamento de Trabajo descubrió en repetidas ocasiones que los productos se fabricaban en condiciones laborales precarias y altamente contrarias a las normas establecidas.
Así, el sindicato “comenzó a reclutar el apoyo público de aliados como un grupo de poetas de Los Ángeles, y estudiantes universitarias se unieron a las manifestaciones”.
En “el invierno de 1996-97 el director de la empresa anunció que trasladaba la mayoría de sus contratos en Los Ángeles y el sur de California a México, reduciendo su presencia en Estados Unidos3” por más del 40%.
"En México, los costureros de la empresa ganan entre 20 y 40 dólares a la semana, frente a los 5 dólares por hora de sus homólogos de Los Ángeles, que son en su gran mayoría inmigrantes latinos.
La diferencia reduce hasta 2 dólares el coste de cada par de jeans y explica, en parte, por qué los puestos de trabajo en el sector de la confección en Estados Unidos han caído un 43% desde 1973."
En este caso, la libre circulación de capitales y mercancías entre México y Estados Unidos permitió a un destacado infractor del código laboral eludir su cumplimiento mediante una simple mudanza en busca de un nuevo grupo de mano de obra que explotar.
Todas las fronteras construidas socialmente contienen productos históricos y transitorios: la división entre Estados Unidos y México presenció el asentamiento de carteles del narcotráfico rivales que se disputaban las cadenas de suministro en la frontera.
Para las corporaciones, el TLCAN ayudó a la libre circulación de mercancías, levantando las barreras comerciales. Sin embargo, restringió esta característica a las personas.
Así, en la frontera, una nueva forma de relaciones sociales capitalistas se manifestó tras la especificidad espacial y temporal de esta división económica.
El tráfico de personas mediante los coyotes se convirtió en un elemento inseparable en el paisaje de las ciudades fronterizas. Las personas migrantes que buscaban llegar a los Estados Unidos se enfrentaron a la persecución, la tortura y la marginación. Entre 1990 y 1995, las deportaciones aumentaron hasta alcanzar una media de 40.000 al año. Entre 1996 y 2005 la cifra media aumentó a más de 180.000.
La trabajadora del sector industrial se enfrentaba a una explotación extrema, en todos los ámbitos posibles. Por su parte, las empresas internacionales, conocidas como maquiladoras coloquialmente, declaraban abiertamente que "la principal razón para instalarse [en México] es el bajísimo costo de la mano de obra. La segunda razón es la productividad. A menudo, las negociaciones con los sindicatos determinan las normas de productividad. Aquí no. En México, es la propia empresa la que determina los estándares. Gracias a la ausencia de sindicatos, tenemos un paraíso en cuanto a los niveles de productividad, libre de las trabas de la negociación4. Esto es mucho más fácil que en Estados Unidos".
En otoño de 1996, los salarios mínimos en Estados Unidos se situaban en 4,75 dólares, mientras que en México alcanzaban los 41 centavos de dólar por hora. Por desgracia, no era sólo la falta de recursos. Sumado a esto, en lugares como Ciudad Juárez círculo del infierno más lacerante emanaba: el feminicidio.
Desciende la línea fronteriza, cual barra del limbo
Conocida popularmente como Plaza de las Américas, este lugar ubicado en Reynosa, Tamaulipas, alberga una de las más grandes contradicciones de nuestra época: instalado en la plaza se encuentra una gran y concurrido campamento de personas migrantes que sobreviven día a día de las maneras más inhóspitas posibles: desde limosnas, donaciones, comida donada por personas solidarias, hasta la recolección en la basura y trabajos miserables.
Se trata, en su mayoría de familias de origen haitiano y centroamericano que, por razones muy concretas huyen del lugar en donde vivían.
Óscar Martínez, periodista y escritor salvadoreño alguna vez comentó que «si las personas que migran están dispuestas a pasar por el infierno del camino en México, habría que imaginar de qué estarían huyendo». Pues en la actualidad, en pleno 2022, las cosas empeoraron.
La escena de la plaza y el campamento es la descripción del limbo en el que ahora permanecen miles de personas en las ciudades fronterizas entre México y Estados Unidos. Desconfiados del gobierno federal –no hace falta decir los motivos–, las nuevas políticas migratorias o tratan de integrar a las personas en tránsito a circuitos de explotación económica, o les golpean y persiguen sin cansancio.
Quienes logran sobrepasar las golpizas y las persecuciones – y tampoco se dejan integrar a las “bondades” del sistema de explotación económica mexicano – hacen lo posible por ingresar a la nación de las barras y las estrellas. Pero la espera puede ser devastadora, y generar una degradación de las condiciones mínimas y dignas de vida.
Frente a esta plaza – y he ahí la contradicción, se alza el puente migratorio que comunica a peatones con el estado de Texas y en la parte inferior derecha – unas oficinas del Instituto Tamaulipeco para los Migrantes, con oficinas cerradas y desiertas, como el resto de la ciudad, dicho sea de paso.
El Mito
¿Cómo conviven estos dos mundos, la puerta a la libertad y el campamento de migrantes en condiciones miserables? La respuesta está en el sistema de explotación, para el cual es necesario generar mano de obra barata y con la necesidad tan grande y la moral tan abajo que esté dispuesta a cualquier clase de abuso laboral, siempre y cuando su situación mejore un poco.
La justificación a esta brutalidad es el disfraz de la mitología propuesta por la economía burguesa. Tal como Adán mordió la manzana, a partir de ahí el pecado cayó sobre la humanidad.
Hace mucho, mucho tiempo, había dos clases de personas: una, la élite diligente, inteligente y, sobre todo, frugal; la otra, compuesta por perezosas sinvergüenzas que gastaban todo sin ahorrar, sin considerar posibles infortunios; viviendo de forma hedonista.
Así, el castigo recayó sobre la segunda clase, y se le impuso sobrevivir con el sudor de su frente. Y con este mismo sudor, la clase trabajadora perezosa debe añadir al tiempo de trabajo necesario para su propio sustento una cantidad extra para producir los medios de subsistencia del propietario de los medios de producción. La burguesía diligente, frugal y trabajadora5.
La legislación y los límites aparecen como leyes eternas del universo. Poco se dice de la incorporación del concepto de vagabundo, mendigo o ladrón. Y del ladrón, podemos decir que el proletariado se crea mediante la disolución entre la trabajadora y su tierra, es decir, la expropiación.
Despojada de su territorio y sin nada más que su capacidad para trabajar: así la trabajadora, libremente, se ve forzada a entrar al mercado laboral para ponerse a la venta, y sobrevivir. Pero el capital a menudo considera que ella y las de su clase no valen la pena.
Como nos recuerda el difunto subcomandante Marcos: nadie invierte en ellas.